Plantaciones forestales que cuidan las fuentes agua en zonas afectadas por el cambio climático en Bolivia

Ciudades verdes
16.05.2021
En el #DíaInternacionaldelMedioAmbiente compartimos dos videos documentales acerca de los proyectos de reforestación realizados en Cochabamba y Oruro en el 2021. Ambas iniciativas contaron con el apoyo de la Cooperación de Suecia en Bolivia.

Bolivia es el segundo país más vulnerable de Sudamérica al cambio climático y el quinto menos preparado para mitigar los daños del cambio climático (Proyecto ND-Gain Country Index, 2017).

Un estudio encargado por CEPAL, FAO y ALADI (2016) indica que para el año 2080 los cambios de temperatura y precipitación causarán una reducción media del 20% de los ingresos rurales en Bolivia y una pérdida de la productividad hasta en un 43%.

De acuerdo con el Climate Data Explorer[1] del World Resources Institute, la deforestación (64%) y la Agricultura (17%) son la principal causa de las emisiones de CO2 en Bolivia. La deforestación de los bosques, la ampliación de la frontera agrícola y la construcción de carreteras en los parques, afectan el régimen hídrico y ahondan la fragilidad de los ecosistemas en varias regiones del país.
 

[1] Climate Data Explorer – World Resources Institute, disponible en: http://johannes-friedrich.com/circle/circle.htm

Ante este contexto, se ha reconocido que una estrategia tangible para hacer frente al calentamiento global y el cambio climático es el establecimiento de bosques como parte de programas de forestación o reforestación.

El principal cuello de botella identificado en las campañas de reforestación en Bolivia es la carencia de sistemas de monitoreo, para garantizar el prendimiento de los plantines y el posterior cuidado en épocas de estiaje. Ambos temas son abordados en la presente propuesta, aplicando técnicas de riego y sustratos de hidrogel, así como la identificación de actores locales y seguimiento técnico del colegio de ingenieros forestales.

Los bosques, ya sean naturales o implantados, son ambientes purificadores y reguladores de ciclos energéticos y el agua (Chazdon et al., 2016; Zanneti et al., 2017). Los beneficios que ellos ofrecen son diversos, impactando positivamente a las comunidades humanas en aspectos sociales, ambientales y económicos.