Hace muchos años el maní tenía una mamá. Mamá Maní cuidaba con dedicación a sus frutos. En la misma tierra vivía el pícaro ratón (Moshoki) que robaba maní cuando podía porque amaba comerlo. Mamá Maní se compadeció de Moshoki y sus antojos, y decidió enseñarle a sembrar para que pudiera disfrutar de esta delicia sin robar a los demás. El cultivo creció en anillos por todo el chaco del ratón, y cuando llegó el momento de cosechar, Mamá Maní les advirtió una condición: no tocar la planta central. Pero el Hambre de Moshoki fue más grande, y por no escuchar el consejo, perdió toda la cosecha y nunca más pudo sembrar.
Nuestras abuelas y abuelos son portadores de gran conocimiento, porque saben escuchar y leer la naturaleza. Así nuestros antepasados podían conocer el ajayu (espíritu) de las plantas, los ríos, los animales, las lagunas, el viento y el cielo y entendiendo su comportamiento podían conocer el mejor tiempo para sembrar la papa para garantizar así una cosecha exitosa.
Para sembrar la quinua es importante escuchar con atención las señales que mandan la Pacha y los Apus. Para que la quinua brote es necesario tener la tierra preparada y a su vez es necesario tener en cuenta los fenómenos naturales que pueden predecirse en señales que nos dan los animales, las plantas, las aves, el viento, la lluvia, etc. Desde el aullido del zorro hasta la forma de las estrellas, son muchas señales que podemos aprender a leer para una mejor siembra.