Este año, por primera vez en Bolivia, seis Institutos Técnicos Tecnológicos (ITTs) de La Paz, Potosí y Santa Cruz, que han realizado estudios de impacto ambiental propios, una práctica inédita hasta ahora. Gracias a ello, hoy saben cuánta electricidad consumen, cuánta agua usan y cuántos residuos generan. Este conocimiento ya está dando frutos: en 2025 comenzaron a aplicar planes de mitigación ambiental que incluyen sistemas de gestión de residuos, ahorro energético y producción de energías limpias.
Estos institutos participan en el proyecto Innovación técnica para el desarrollo sostenible y la transición justa y verde de la economía (Formación en Competencias Verdes) ejecutado por Swisscontact, con el apoyo del Servicio de Liechtenstein para el Desarrollo (LED.
Las cifras del estudio muestran que el funcionamiento de un Instituto Tecnológico puede tener un impacto ambiental significativo. En un año, consume en promedio más de 125.000 kilovatios hora de electricidad, lo que equivale al consumo de unas 40 viviendas bolivianas durante todo un año.
Además, debido a la variedad de actividades académicas y prácticas, los institutos generan distintos tipos de residuos: desde los aprovechables como orgánicos, plásticos y papel, hasta residuos especiales como chatarra metálica, aparatos electrónicos en desuso, y residuos peligrosos contaminados con gasolina, aceites o grasas.
“Gestionar adecuadamente esta diversidad de desechos representa un gran desafío, tanto por el volumen como por la necesidad de manejarlos de forma segura, ser responsables ambientalmente pero también conocer que estos son negocios e ingresos que podrían tener los Institutos o los estudiantes que aprendan los beneficios de la economía circular”, indica Lazarte.
Estos datos permiten dimensionar la urgencia de implementar prácticas sostenibles, que no solo reduzcan el impacto ambiental, sino que también sirvan como parte de la formación de estudiantes comprometidos con el cuidado del planeta.
Este año también marca el inicio de las llamadas “innovaciones verdes”, proyectos impulsados por docentes y estudiantes con el acompañamiento de expertos en medio ambiente, pedagogía y tecnología. A diferencia de otros programas, aquí los educadores no están solos. Se fomenta un trabajo conjunto, donde los estudiantes son parte activa de las soluciones.
“El perfil de salida de los jóvenes del 2026 es con competencias verdes”, sostiene la jefa del proyecto. Pero esto no se limita a un cambio en la malla curricular. “Definitivamente hay que cambiar la lógica del trabajo”, subraya. “Queremos que el cambio venga desde adentro, desde quienes enseñan y aprenden”, dice Lazarte. Y no es un experimento aislado: el Ministerio de Educación ya ve este piloto como un modelo replicable a nivel nacional.
Para 2026, los egresados de estos institutos saldrán al mundo laboral con un perfil profesional que integre competencias verdes: uso eficiente de recursos, manejo de tecnologías limpias, conocimiento en producción sostenible y economía circular.
Swisscontact, con su reconocida trayectoria en formación técnica a nivel internacional, da un paso adelante al actualizar su misión: ahora forma también en habilidades verdes. Este enfoque refuerza su compromiso con un desarrollo sostenible, inclusivo y adaptado a los retos actuales.
Aún hay barreras. No existe una unidad nacional que impulse la innovación en educación técnica, y la normativa ambiental todavía no exige estudios de impacto para los institutos. Pero este proyecto demuestra que es posible avanzar, incluso en contextos complejos.
En un país que enfrenta tanto desafíos económicos como climáticos, la educación técnica puede ser parte de la solución. “Estamos ofreciendo respuestas concretas a problemas concretos”, afirma Lazarte. Y con la mirada puesta en julio de 2025, cuando Bolivia celebre su Bicentenario, este proyecto avanza con paso firme hacia un modelo educativo comprometido con el planeta y con su gente.